
Hablamos de ARQUITECTURA PARA LAS PERSONAS con MARC FERNÁNDEZ
Marc Fernández disfruta de una trayectoria heterogénea en su vida como arquitecto. Desde despachos de arquitectura hasta la Administración pública, pasando por promotoras y constructoras, concursos internacionales en urbanismo y urbanización o su labora en el Programa de adaptación de viviendas de la Diputación de Barcelona. Con amplia formación en accesibilidad, ha dado vida a Arquetica, un despacho especialista en viviendas accesibles que hace arquitectura para las personas.
En Arquetica hacéis arquitectura para las personas, tú mismo confiesas que nunca supiste disociar la arquitectura de su vertiente social. Esto hace que me pregunte cómo se puede construir sin pensar en las personas. ¿Por qué necesitamos hablar de arquitectura para las personas, como un apellido? ¿Qué prácticas incorpora este apellido que no se están presentes en una arquitectura más tradicional?
Yo creo que es un debate clásico en la arquitectura. La arquitectura conjuga funcionalidad, que es la que yo pongo por delante, pero también conjuga estética, forma y luz. Nosotros trabajamos con objetos, con espacios, que dialogan con la proporción y con la luz. Si caemos del mundo de lo estético podemos perder de vista la función. Hay muchos arquitectos que trabajamos primando la función, y en el caso de Arquetica más, porque el perfil de personas con el que trabajamos, que podemos denominar perfil sensible, tiene algunas necesidades especiales. Y en esta dirección, quizás por desgracia, toca etiquetar y poner por delante que la arquitectura de Arquetica está centrada en la persona y que antepone la función y las necesidades de la persona a otros aspectos, que intentamos no olvidar. Porque al margen de dar respuesta a la necesidad, intentamos que las cosas también tengan un orden, una proporción y tengan una belleza. Intentamos dar respuesta a las necesidades personales pero sin caer en la medida de lo posible en la ortopedia. Intentando que el propio espacio responda a estas necesidades con la máxima calidad y el máximo confor.
Entiendo que cuando hablamos de arquitectura para las personas decimos para todas las personas, pero tú solo, en tu discurso, ya has puesto el foco en unas, ¿no?
Sí, de hecho, yo siempre digo que nuestra especialidad no debería existir. El nivel de lectura de las necesidades mutuas no debe ser excluyente de unos y de otros, debe ser integrador. Pero desgraciadamente no es así y por tanto toca etiquetar. Vamos a hablar de discriminación positiva, que no me gusta porque es discriminación, pero estamos en un mercado o sector social muy verde, donde todavía estas personas que tienen unas capacidades diferentes a las nuestras resultan invisibles. Nos vemos en la obligación de hacerlas visibles y esto nos impone esta etiqueta, esta diferenciación, que yo creo que a la larga debería desaparecer.
Sois especialistas en soluciones para personas de la tercera edad. En este campo, una frase tuya muy descriptiva es “no hay mejor residencia que el propio hogar”. Es difícil estar en desacuerdo. Construimos y cuidamos nuestra casa, nuestro hogar, toda la vida, algo que no tenemos oportunidad de hacer en una residencia. Un hogar es parte de nuestra identidad. No obstante, todos reconocemos la función social que cubren las residencias colectivas y su necesidad. ¿Dirías que podemos prescindir de las residencias? En ese caso, ¿cuál sería el modelo?
Tenemos muchos problemas de integración social de nuestra gente mayor porque los desubicamos socialmente. Basamos toda nuestra vida en el sector productivo, en cuanto alguien no produce ya no vale. Nuestra gente mayor que ha peleado y trabajado toda su vida y ha sacado a delante una familia, cuando llegan a una edad van perdiendo paulatinamente sus roles, quedándoles por último su propio hogar. Pierden el rol productivo porque se jubilan, pierden el rol social porque ya nos les damos valor, pierden el rol familiar porque ya no lideran su propia familia. Su refugio es su propio hogar, que les dota de dignidad. Es donde se siente protegidos, es donde tienen sus recuerdos y es donde han pasada toda su vida. Desubicar a una persona mayor de su hogar no solo es sacarlo de un espacio, muchas veces es desarraigarlo de todos sus recuerdos. Dicho esto, la mejor residencia es el propio hogar; osea, adaptemos viviendas propias para que nuestra gente pueda permanecer toda su vida o lo máximo posible en sus hogares.
Aquí hay otro debate que es, ¿son diferentes las viviendas para la gente mayor del resto de viviendas? Seguramente tendríamos que decir que no, pero sí que lo son. Vuelve a ser un tema de diferenciación. Cuando el producto inmobiliario está en manos del mercado, además de un mercado tan especulativo como el de construcción, los productos que buscamos como clientes finales son muy generales, muy impersonales. Un promotor hace veinte pisos iguales, pero el piso que necesitas tú, que necesito yo, que necesita una familia no son iguales. Pero todos nosotros nos adaptamos a los espacios construidos existentes, porque el mercado es lo que está ofreciendo.
Como el espacio en el que vivimos no es para nosotros, es para todos, al final es para ninguno. Nosotros nos hacemos al espacio. Cuando nuestras necesidades se hacen un poquito más exigentes sobre el espacio, porque hemos sufrido un accidente, porque tenemos 80 años y ya no me puedo mover como antes… pasan cosas como que no puedo salir al balcón, o no puedo abrir una ventana, o me siento en el inhodoro y no me puedo levantar… Este pequeño apunte es lo que introduce la necesidad de la residencia. Si la vivienda no es capaz de resolver nuestras necesidades conforme envejecemos, alguien las tiene que resolver. Entonces vamos al mercado y el mercado ofrece unas alternativas, estos equipamientos. ¿Por qué optamos a estas soluciones? Primero porque nuestras viviendas no son capaces de dar respuesta a las necesidades de nuestros mayores y segundo porque nuestros ciclos sociales y laborales nos impiden participar de una convivencia con nuestras personas mayores. Entonces nos encontramos personas mayores aisladas en sus propias casas que no pueden resolver sus necesidades diarias. De ahí la necesidad de las residencias.
Seguramente tendríamos que poner la carga sobre el sector residencial para volver a poner a la persona en foco de cualquier producto residencial. La vivienda sería más específica, más modular y con más capacidad de adaptación a cada uno de nosotros. La pregunta es, ¿qué narices es eso de adaptarnos nosotros al espacio?, ¿cómo puede ser que el ser humano construya espacios que no responde a sus propias necesidades? Aquí hay dos puntos importantes. Primero, nuestros modelos residenciales deben ser capaces de adaptarse a nuestros ciclos vitales, y segundo, nuestro modelo social-laboral debería ser compatible con todo esto. El tema de conciliación es transversal a toda nuestra vida.
Entonces, ¿es necesaria la residencia? Actualmente sí, porque ninguna de las dos cosas se cumples. Pero si asumimos la residencia como necesaria, pongámosle valor, mejorémosla. Y aquí abrimos otro tema que es cómo mejorar la residencia colectiva.
Justo esta idea de dar calidad a la residencia colectiva, ya que necesitamos ir por ahí, es de lo que hablas cuando haces la diferencia entre el modelo de residencia hogar y el de residencia vertical. Me gustaría que nos explicaras en qué consiste la residencia hogar.
La residencia vertical, que es una residencia productiva donde, con carácter general, hay unas habitaciones en cada planta y donde en la planta baja están los espacios comunes, comedores, fisioterapeuta, etc. Es un tipo de residencia muy hotelera, vamos a decir basada en un equipamiento de carácter eventual, lo que en realidad no pasa. Cuando una persona mayor ingresa en la residencia se le da una habitación y esa es su «vivienda». Si quiere comer que baje al comedor y si quiere participar de la vida social que baje a la sala, una sala que es impersonal porque hay 25 personas, sino 200. Este modelo residencial, sanitario-hotelero, responde a las necesidades sanitarias y residenciales básica de ese momento de tu vida. Pero en ningún caso responde a las necesidades personales individuales, porque no está recogidas en un equipamiento colectivo tradicional.
Entonces tenemos que intentar que el equipamiento colectivo se parezca lo máximo posible a un hogar. ¿Cómo lo hacemos? Desmontándolo, intentando desmontar la estructura hotelera y aproximándola más a una estructura de núcleos de convivencias. Un núcleo de convivencia es una vivienda, es un piso. ¿Por que se llama núcleo de convivencia? Porque en ese piso no vive una familia, viven un número concreto y reducido de personas que no son familia. La voluntad es aproximarnos lo máximo posible al concepto de vivienda. Horizontales significa que una misma planta puedas tener tres pisos con cinco personas por piso. Tienes quince personas en tres pisos, no tienes 15 personas en 15 habitaciones con servicios comunes. Tienes 3 pisos, donde una persona puede sentir que es su casa. O puede aproximarse a lo que antes era su casa, porque hablamos de modelos de aproximación. Desmontar la residencia vertical para conseguir núcleos de convivencias más pequeños, más personalizables es deseable, y en esto tenemos alguna experiencia con alguna fundación que está funcionando muy bien.
¿Cuál es el papel y el valor de la accesibilidad dentro de una arquitectura para las personas? ¿La contemplamos como una herramienta, un resultado o de ambas maneras?
Ahora mismo es una herramienta, la entiendo así. Es una herramienta para conseguir que los espacios sean aptos para el uso del máximo número de gente posible, aunque a futuro no debe ser así. La accesibilidad, en el sentido más amplio de la palabra, es un derecho. Es un derecho a hacer uso de todo nuestro entorno en igualdad de condiciones. Seguramente son las dos cosas, es una herramienta y es un fin. Yo creo que los que estamos más metidos, entendemos que ha de ser un fin, pero cuando estás delante de muchos interlocutores ellos solo lo entienden como una herramienta. Si te acercas mucho a lo más mercantil de todo, por ejemplo ¿por qué un hotel te llama? Primero, porque le obliga la ley y después, porque en el mejor de los casos piensa que conseguirá más clientes. Para ellos es evidente que es una herramienta. Yo creo que nosotros debemos entender que es una bandera, y como bandera un derecho, y como derecho un fin.
Para terminar, podrías dar un par de claves rápidas, básicas, a futuros arquitectos y arquitectas que quieran hacer una arquitectura para las personas.
Bueno, esto seguramente es extrapolable a muchas profesiones, pero para mi es innegociable no escuchar atentamente a quien te está encargando el trabajo. Con lo cual, les diría que se debe conocer bien al cliente y sus necesidades y anteponerlos por encima de otros criterios. Que nunca pierdan de vista las necesidades de las personas como consejo básico. Siendo un poco más concreto, y si vamos al ámbito residencial, les diría que tenemos que intentar pensar en viviendas más versátiles, más polivalentes, más flexibles a las necesidades de todos. Alejémonos de espacios para todos y acerquémonos a espacios de las personas.