
Hace poco escribía sobre la importancia de cuidar nuestro discurso y las palabras que usamos, porque a través de ellas creamos nuestro mundo y definimos aquello que nos rodea. Esto adquiere especial importancia cuando hablamos de personas, pues cómo se las defina influye directamente en lo que llegan a ser.
De la sensibilidad y el interés por estos temas nace el lenguaje inclusivo, que consiste simplemente en aplicar la empatía y el respeto cuando hablamos con o de otras personas. Es decir, por un lado se trata de escuchar y conocer las principales inquietudes de los distintos grupos sociales y utilizar las palabras con las que se identifican. Por otro, se trata de hablar sobre y para todo el mundo, visibilizando que las personas somos distintas: mujeres, hombres, racializadas, migrantes, transgénero, queer, ciegas, de talla pequeña, lesbianas, con autismo….
El lenguaje inclusivo, más que una herramienta, es una asignatura pendiente que enfrentamos sin instrucciones, lo mejor que sabemos. A veces, con toda nuestra buena intención, visibilizamos a unas personas pero olvidamos a otras y creamos barreras en la comunicación. Quizás, una de las formulas más controvertidas en este sentido sea el lenguaje no sexista. En la lengua castellana no disponemos de género neutro como tal y utilizamos el masculino genérico. Lo que significa que hablar de forma no sexista requiere una transformación global y profunda que no siempre es fácil de hacer.
Se han desarrollado bastantes estrategias que nos ayudan a visibilizar que el mundo no es solo masculino. Cada una de ellas tiene sus ventajas y desventajas; tienen también su posicionamiento político. Cuando nos decidimos por una u otra pensamos en cuál nos representa, nos hace sentir más cómodas o nos resulta más natural usar. Sin embargo, es importante que valoremos también cuales de ellas pueden generar barreras en la comunicación.
Para ayudar en esta tarea y evitar que nuestro esfuerzo caiga en saco roto, quiero compartir algunos consejos con los que conseguiremos hablar de forma inclusiva y accesible.
(1) Si utilizamos @ o X para sustituir letras y evitar así poner género a las palabras, estamos evitando que funcionen correctamente los lectores de pantalla y otras tecnologías que usan las personas con dificultades visuales. Además, crean palabras impronunciables que pueden generar bloqueos en personas con dificultades lecto-escritoras. La mejor opción es evitar estar fórmulas.
(2) Sustituir letras por la E nos obliga a hacer un esfuerzo bastante mayor para procesar el mensaje, pues no tenemos costumbre y nuestro cerebro las procesa como palabras nuevas. Es cierto que es de las estrategias más revolucionaria, ya que crea otro género lingüístico ampliando el imaginario social. Puede que tengamos interés en usarla para afianzar nuestra posición política.
En este caso, la mejor opción es ceñirla principalmente a textos cortos y directos e incorporarla en momentos clave de los discursos hablados, como los saludos y las despedidas («hola a todes»). Una buena práctica es elegir varias palabras clave que sean relevantes para el auditorio (compañeres, todes, vecines…) e insertarlas en diferentes momentos del discurso. Ten en cuenta que si utilizamos la letra E de forma continua durante un discurso largo, podemos generar mucho cansancio psicológico en algunas personas y facilitar que desconecten o renuncien a la lectura.
(3) El femenino genérico es siempre una buena opción. Hablar de personas nos permite reducir la presencia de lo masculino sin crear palabras nuevas como en los casos anteriores. Aunque es una estrategia poco extendida aún y la mayoría de la gente sigue pensando únicamente en mujeres cuando escucha palabras en femenino, lo que puede generar cierta confusión.
Las feministas con tablas estaréis pensando que tampoco es para tanto, la gente se acostumbra y además es justo uno de los objetivos, visibilizar a las mujeres. Tenéis razón. Sin embargo, hay personas que van a tener más difícil este aprendizaje. Sobre todo, porque normalmente nos faltan claves e información en el entorno; cuando participamos en una reunión o charla no nos paramos a explicar qué es el femenino genérico y que estamos hablando de personas.
Teniendo en cuenta algunos trucos, podemos evitar fácilmente esta confusión:
- Explicita la palabra personas a menudo. No hace falta que esté en todas las frases, pero sí dejar claro de quién hablamos en cada momento. Por ejemplo, «Todas las personas abogadas que estamos hoy aquí perseguimos el mismo objetivo. Todas venimos con ganas de colaborar.»
- Siempre que sea posible, utiliza aquellos nombres o adjetivos que no denoten género. Por ejemplo, especialistas en lugar de expertos o estudiantes en lugar de alumnos. Cuando utilices estos términos, intenta evitar artículos y determinantes (los, unos…). Verás que muchas frases lo permiten. Por ejemplo, en vez de decir «Hemos organizado una jornadas de reciclaje para los profesionales que colaboran asiduamente con nosotros», puedes decir «hemos organizado unas jornadas de reciclaje para profesionales que colaboran a menudo con la empresa».
(4) Despersonalizar el texto nos facilita la tarea. Es decir, utilizar palabras genéricas como ciudadanía, vecindario, profesorado en vez de ciudadanos o vecinos. Se ajusta a las convenciones lingüísticas y por lo tanto no necesitamos aprender un nuevo uso del lenguaje.
Sin embargo, cuando utilizamos formatos de fácil comprensión recomendamos precisamente personalizar el texto. Lo hacemos porque personalizarlo facilita el trabajo de la memoria episódica y la información que trata sobre una o uno mismo siempre es más fácil de procesar y aprender. Además de que muchos de estos términos son abstractos, de uso poco habitual y difíciles de comprender para personas con dificultades cognitivas. ¿Cuál es el consejo entonces? Utiliza términos genéricos que sean comunes, concretos y que la gente utilice de forma cotidiana. Como familia o población.
(5) Para terminar, siempre nos queda la polémica estrategia de desdoblar términos. Por ejemplo, «hola a todos y todas», «las enfermeras y los enfermeros…». Un texto lleno de términos desdoblados cansa y aburre. Lo más probable es que la audiencia termine por despistarse y perderse el mensaje principal. Por lo que debemos evitarlo. Aunque tampoco se acaba el mundo por desdoblar en alguna que otra ocasión. Si en alguna frase no consigues implementar otras estrategias más adecuadas, puede recurrir a esta siempre que no lo hagas en exceso.
Seguro que ya has llegado a la conclusión de que no hay una sola estrategia ideal. Exceptuando el uso de @ y X, que debemos descartar, el resto de estrategias tienen sus ventajas y sus desventajas. Igual que en la vida misma, lo mejor es contemplar la diversidad y valerse de todas ellas dejando que se complementen unas a otras.
Si has llegado hasta aquí, es porque entiendes y compartes el valor del lenguaje inclusivo. Necesitamos seguir construyendo espacios donde la diversidad sea bienvenida, por lo que te animo a seguir trabajando en ello con la ayuda de estos consejos.