
La accesibilidad universal, tal y como la entendemos hoy, es un valor social que mejora la calidad de vida de toda la población. Sin embargo, crece vinculado a los paradigmas sobre discapacidad. Nace para dar respuesta a las necesidades y derechos de inclusión que tienen las personas con diversidad funcional. Por lo que debemos empezar explicando qué entendemos por discapacidad y de dónde nace el concepto.
Hasta mitad del siglo XX, partimos de una concepción asistencialista de la discapacidad; la persona con discapacidad es entendida como ente pasivo, incapaz de toda autonomía y desarrollo. Este enfoque va desde entender a la persona con discapacidad como una aberración de la naturaleza hasta la “cultura del pobrecito”, que contempla a la persona como digna de lástima y de asistencia caritativa. Pasando incluso por entenderla como un castigo divino.
Tras la primera guerra mundial, debido al gran porcentaje de veteranos de guerra que quedaron con discapacidades físicas y psíquicas, se visualiza por primera vez en la historia a la persona con discapacidad. Estos veteranos eran personas que habían servido a su país y como consecuencia de ello habían quedado marginadas de sus trabajos y de la vida social. No solo se le visualiza como colectivo, sino que se les contempla con respeto y se les reconoce el derecho a ocupar un lugar social. Es la primera vez que las naciones y sociedades contemplan la discapacidad como un asunto colectivo al que dar respuesta desde políticas y recursos públicos.
Esto permite iniciar un proceso de revisión y construcción del concepto de discapacidad que empieza por el reconocimiento de la discapacidad como una cualidad que merece atención y respuesta social. El marco de valores va cambiando hasta consolidar el enfoque de la rehabilitación a mediados del siglo XX.
El enfoque de la rehabilitación supone un cambio transcendental respecto del asistencialista: se reconoce a la persona con discapacidad como sujeto activos, portadora de habilidades y con potencial para el desarrollo y la mejora. Sin embargo, al poner el foco en el individuo, se busca su adaptación al medio a través de la rehabilitación funcional, sin tener en cuenta la responsabilidad que el entorno tiene en la inclusión social.
El concepto de rehabilitación, muy centrado en la dimensión biológica y médica, se extrapola poco a poco a la vida laboral y productiva. las actuaciones se centran en el desarrollo de destrezas compensatorias que permitan al individuo adaptarse a las exigencias del medio y las políticas públicas invierten en recursos médicos, tecnológicos y sistemas de prestaciones.
Has aquí, lo que tenemos es un concepto de discapacidad cercano al de enfermedad. Se reconocen potencialidades en la persona con discapacidad, pero se sigue trabajando desde un proceso donde el control, la responsabilidad y la toma de decisiones lo sustenta el equipo de especialistas, contemplando a la persona como el “elemento-objeto” donde aplicar el conocimiento del equipo profesional. El concepto clave del modelo es la normalización. Es decir, el objetivo es “crear” personas rehabilitadas o normalizadas que se integren en el medio ya existente, considerado normal. Los logros y resultados se miden en función del grado de destrezas funcionales recuperadas o adquiridas.
Si recurrimos a indicadores más vinculados a la participación social y comunitaria, vemos que este modelo tiene limitaciones para conseguir la inclusión real de las personas con discapacidad. Pues sigue sin contemplar el medio, factor decisivo, como elemento de intervención.
Hacia los años 70 del siglo XX se intensifican los debates sobre las capacidades productivas de las personas con discapacidad y el papel que tiene el entorno en la participación social. Esto da pie a impulsar la intervención en la comunidad, dando un papel fundamental a las ayudas técnicas o de apoyo y a disciplinas como la ergonomía.
Estos debates van en consonancia con una tendencia globalizada de cambio de valores políticos y marcos filosóficos que pone en el centro el derecho, concepto que organiza la sociedad y la vida. Su máximo exponente, todavía hoy, es la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la ONU en 1948.
La ciudadanía empieza a definirse como preceptora de derechos y obligaciones. Esto marca un antes y un después en la concepción de la discapacidad. Las personas con discapacidad son ciudadanos en primer término y, por lo tanto, pueden y deben recibir y exigir los mismos derechos que el resto de la ciudadanía.
Así, se va conformando el modelo social de la discapacidad. Este modelo, emergente en EE.UU. y Reino Unido a finales de los años 60, defiende que la discapacidad es el resultado de causas sociales y coloca las limitaciones de las personas en la sociedad, quien no es capad de prestar servicios adecuados para asegurar la participación social. La discapacidad se conceptualiza como un problema social y personal, que requiere tanto atención médica y rehabilitadora, como apoyo para la integración social, a la que ha de darse respuesta mediante intervención en el entorno.
En 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicó la Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM). Este documento es el primer intento de reconocer las múltiples dimensiones que rigen la discapacidad y de ordenar las relaciones que surgen entre ellas. Introduce tres conceptos clave:
- La deficiencia como la condición biológica y fisiológica causada por una enfermedad, que a su vez es causa de situaciones incapacitantes.
- La discapacidad como la condición personal que surge de la relación entre las limitaciones producidas por una deficiencia y las exigencias del medio.
- La minusvalía como las dificultades de participación social producidas por las limitaciones del entorno para hacer frente a las necesidades de las personas con discapacidad.
Con esta nueva visión de la discapacidad, el vínculo con el concepto de enfermedad sigue siendo muy fuerte. Pero en el ámbito de lo aplicado, lo más relevante pasa a ser las condiciones de vida de las personas con discapacidad. Se deja de poner el foco en soluciones individuales para pensar en medidas transversales dirigidas a la sociedad.
De manera paralela a todo este cambio de valores y desarrollo del concepto de discapacidad, aparecen los primeros antecedentes del concepto de accesibilidad. Durante la segunda mitad del siglo XX, emerge poco a poco el concepto de eliminación o supresión de barrera arquitectónica, vinculado tradicionalmente a las condiciones arquitectónicas que impiden el acceso a usuarios de sillas de ruedas.
En el año 1974 se celebra la “Reunión del Grupo de Expertos sobre el Diseño Libre de Barreras” en Nueva York, uno de los primeros foros donde se habla sobre la necesidad de la eliminación de barreras físicas que dificultan que las personas con discapacidad puedan participar plenamente de la sociedad en igualdad de condiciones y en la que se establece la necesidad de formar a arquitectos, ingenieros, urbanistas y paisajistas.
También en esos años, se empieza a hablar poco a poco de Diseño para Todos. El Diseño para Todos o Diseño Universal es la forma de concebir productos pensando en garantizar su uso a todas las personas. Es una idea que mana de dos corrientes: el funcionalismo escandinavo de los años 50 y el diseño ergonómico de los años 60. La aparición del Diseño Universal implica concebir la intervención en el entorno desde una perspectiva nueva: ya no se trata solo de eliminar barreras existentes, sino de concebir los espacios sin barreras desde un inicio.
Esta nueva filosofía es la que ayuda a difundir el concepto de accesibilidad dentro del urbanismo y de la edificación y a ampliar el marco de acción al transporte y la comunicación. En 1982 se Celebra el Programa de Acción Mundial para las Personas con Discapacidad de la ONU donde se habla de la “Accesibilidad Física Integral” como condicionante para la integración de personas con movilidad y comunicación reducidas en la sociedad.
Este término, Accesibilidad Física Integral, es el que ha ido evolucionando hasta desarrollar el concepto de Accesibilidad Universal. Así, la accesibilidad se conforma dentro de un marco de derecho desde estas dos aproximaciones: Diseño Universal y supresión de barreras.
Esta filosofía queda reflejada en el texto de mayor referencia en cuanto a la defensa de derechos en el ámbito de la discapacidad: la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, adoptada por la ONU en 2006. La Convención es una revisión de los derechos humanos aplicados directamente al colectivo de personas con discapacidad. Su mayor hito es la defensa que hace de la accesibilidad como condición del medio necesaria para que las personas con discapacidad tengan oportunidad de ejercer el resto de sus derechos (salud, trabajo, educación…).
En los años noventa fue creciendo el interés por el Diseño Universal, sobre todo en el área del diseño industrial. El arquitecto Ronald L. Mace (Ron Mace) encarga a un grupo de 11 diseñadores y abogados crear una serie de principios que resumiesen esta filosofía del diseño. Así es como este grupo de profesionales desarrolla lo que hoy se conoce como los siete principios del Diseño Universal:
- Uso Equitativo: es útil y comerciable para personas con diversas capacidades.
- Flexibilidad en el uso: se ajusta a un amplio rango de diferencias individuales y capacidades.
- Uso simple e intuitivo: es fácil de entender, sin importar la experiencia del usuario, el nivel de conocimientos, las habilidades en el lenguaje o el nivel de concentración en el momento del uso.
- Información perceptible: debe comunicar la información que necesita el usuario con eficacia, sin importar las condiciones ambientales o las capacidades sensoriales del mismo.
- Tolerancia al error: debe minimizar los peligros y consecuencias adversas ante acciones accidentales o inintencionadas.
- Bajo esfuerzo físico: debe ser usado eficiente y cómodamente con el mínimo esfuerzo o fatiga posible.
- Tamaño y espacio para el acceso y el uso: deben proporcionarse el tamaño y espacio apropiados para el acceso, el alcance, la manipulación y el uso sin importar el tamaño de cuerpo de la persona, la postura o la movilidad.
El mayor potencial del Diseño Universal es que centra en un concepto metodológico y práctico esta nueva manera de entender la discapacidad, concibiéndola dentro de la cualidad humana y poniendo el foco en la persona y sus necesidades. Identifica una serie de parámetros basados en funcionalidades y actividades humanas y, por lo tanto, aplicables para “medir” la actividad y necesidades de cualquier persona. De hecho, su nomenclatura, Diseño para Todos, indica de una forma explícita que salimos del paradigma de la discapacidad para hablar de condiciones diversas y necesidades de inclusión.
Otro gran hito dado en esta línea, es la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF) publicada por la Organización Mundial de la Salud en 2001. La CIF da un paso más respecto a su precursora, la CIDDM, y parte de un paradigma nuevo en el que se entiende la salud, no como una variable dicotómica con dos valores: enfermedad y salud, sino como un continuo vinculado al bienestar y la calidad de vida en el que la persona transita de forma más fluida según condicionantes ambientales y biológicos.
La CIF se construye sobre la siguiente base conceptual:
- Estructuras: partes anatómicas en las que se divide un individuo que se constituyen en sistemas corporales. (esqueleto, sistema digestivo…).
- Funciones corporales: funciones fisiológicas de los sistemas corporales. (respirar, digerir, sudar…).
- Deficiencia: pérdida o anormalidad de una estructura o función corporal. (daño cerebral, amputación de una pierna…).
- Actividad: aquellas acciones que son propias del ser humano y que son posibilitadas por funciones y estructuras corporales (coger una taza, ponerse un jersey…).
- Participación: la interacción y vida social y comunitaria que se produce tras secuencias de actividades y es impelida o dificultada por factores medioambientales (comunicarse por teléfono, bailar, comprar…).
- Discapacidad: la limitación o ausencia, debido a una deficiencia, de capacidades para realizar actividades consideradas como normales para el ser humano.
- Funcionamiento: término que se define con el resultado de la interacción entre estructuras, funciones corporales y actividades, participación y nos señala los factores medioambientales que entrar en interacción con el individuo.
- Factores ambientales: ambiente físico, social y actitudinal donde viven y se desarrolla el individuo (transporte, clima, políticas públicas…)
- Factores personales: condiciones particulares propias del individuo vinculadas a su desarrollo (edad, nivel educativo, profesión…)
- Factores contextuales: la conjunción de los factores ambientales y los factores personales.
El concepto más relevante de la CIF es el de funcionamiento, que implica dos cuestiones clave:
- La discapacidad no es una enfermedad, es una condición compleja que acompaña a la persona y que no es estable a lo largo de la vida.
- Todas las personas disponemos de funciones, realizamos actividades y buscamos la participación social. Todas somos susceptibles de ver alteradas estas funciones de forma permanente o temporal, con mayor o menor impacto sobre nuestra participación, por causas de múltiple índole, como pueda ser una enfermedad, un embarazo, o simplemente el envejecimiento.
Esta filosofía es la misma que encierra ese “todos” del Diseño Universal, que nos lleva hasta la idea de accesibilidad universal que tenemos hoy en día y que podemos sintetizar en la definición que ofrece el Observatorio de la Accesibilidad:
La accesibilidad universal es aquella condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad, comodidad y de la forma más autónoma y natural posible.
Esta definición enumera los principios que son fundamentales en la inclusión social de cualquier persona y que deben guiar la implementación de accesibilidad en la práctica:
1. La accesibilidad es una condición del entorno que genera oportunidades. Podemos decir que la inclusión es una responsabilidad compartida entre la persona, que tiene debe atender posibilidades de rehabilitación, y el entorno, que debe modificarse para adaptarse a las necesidades de la persona. No obstante, el mayor peso de esa responsabilidad reside en el entorno, por ser el que tiene más capacidad para generar oportunidades de inclusión.
2. Por entorno entendemos tanto el medio físico y arquitectónico, como los objetos, servicios, comunicaciones, actitudes y todos los elementos con los que interaccionan las personas. Pues la actividad y participación se da en todos ellos y por lo tanto todos tienen la capacidad de generar barreras u oportunidades. De la misma manera, el entorno necesita ser comprensible, utilizable y practicable para dar respuesta a todas las necesidades de participación.
3. La condición de accesibilidad universal supera el mero acceso a un espacio. Para denominarse accesible, el entorno debe ser necesariamente seguro para todas las personas, reduciendo en todo lo factible la probabilidad de accidente; debe ser cómodo y facilitar que las personas se dirijan según su manera natural y propia de hacerlo; y debe garantizar la autonomía en su uso, ya que la dependencia es fruto de las limitaciones que tiene el entorno para acoger a ciertas personas. Si el espacio no contempla todas estas condiciones, no se garantiza la igualdad de oportunidades y por lo tanto salimos del marco de derechos, que es motivación y base del concepto de accesibilidad. La persona tiene derecho a la autonomía y a una vida plenamente independiente.
4. La accesibilidad requiere pensar en todas las personas. Aunque su desarrollo haya estado vinculado a personas con discapacidad desde su inicio, sus beneficios son disfrutables por toda la sociedad, incidiendo notablemente en colectivos como mujeres gestantes, turistas o perdonas extranjeras y desconocedoras de la cultura, personas mayores con deterioros en su funcionamiento, personas con limitaciones temporales (una pierna rota…), cualquier persona que deba cargar con bebes o con peso, etc.
En definitiva, accesibilidad es un concepto técnico y metodológico que no se entiende sin un determinado marco de valores políticos-sociales. Y como tal, nutre y se nutre del resto de cambios sociales y filosóficos que se producen en nuestras culturas.
En la última década, estamos asistiendo al auge del paradigma de diversidad funcional, que deja atrás la idea de discapacidad. Este paradigma, que nace de la idea de funcionalidad descrita en la CIF, describe desde lo positivo la diversidad de «maneras de hacer» que tiene el ser humano y es bastante más coherente con el concepto de accesibilidad.
Nos ha tocado vivir una época bonita de cambios ilusionantes. Nuestra es la oportunidad de atender el reto de parametrizar la diversidad funcional y darle entidad metodológica para aprovechar el potencial transformador que tiene y enriquecer aún más el paradigma de la accesibilidad.