
La cultura es una dimensión social que nos atraviesa y nos construye. Cultura es historia, aunque no toda la historia es cultura; son nuestras costumbres, incluso nuestros hábitos; hablamos de cultura cuando pensamos en museos, bibliotecas y aquellos centros de conocimiento que nos ayudan a desarrollarnos como personas.
Con la palabra cultura definimos la identidad de los pueblos y lo que nos une a nuestras comunidades. Hay naciones multi-culturales y personas que crecen entre dos (o más) culturas. Es el medio, valores y creencias con los que construimos nuestra personalidad. Corre por nuestras venas de la misma manera que la tierra y el hogar se asientan en el corazón. No seríamos quienes somos sin las experiencias vitales que hemos vivido; y estás se viven siempre en comunidad, compartiendo (o rechazando) creencias y valores en una cultura determinada.
Desde hace un tiempo, vengo hablando con colegas sobre la cultura de la accesibilidad. No hay muchas referencias entorno al término, ni yo misma recuerdo cuando lo oí por primera vez. ¿Será que ha surgido de forma espontánea? Puede que, como todas las grandes ideas, simplemente estuviera ahí, esperando a que se le pusiera nombre. Desde luego, tiene todo el sentido hablar de la accesibilidad como un condicionante de la cultura. ¿O sería la cultura el condicionante de la accesibilidad?
Si ponemos el foco en cultura como un conjunto de valores y creencias, la accesibilidad puede considerarse un valor en sí misma. Hay culturas donde la religión tiene un peso muy grande y otras donde no, hay culturas que dan valor a la vejez y otras que no, las hay más tolerantes con la diversidad y las hay menos. Cada cultura tiene creencias distintas entorno a la vida y el papel que juega el ser humano en la sociedad. Hablar de accesibilidad implica necesariamente remitirse a un marco de derechos humanos. Por lo tanto, hay territorios y naciones más proclives que otras a incorporar la accesibilidad dentro de su cultura.
Podemos usar la accesibilidad como un elemento pedagógico que nos ayude a desarrollar empatía y acercarnos a la diversidad. Creando valor social y asentando prácticas de tolerancia, resiliencia, cooperación, respeto… Esto es lo que podemos nombrar como cultura de la accesibilidad: reconocer que todas las personas merecen el mismo respeto y oportunidades, dejar de cuestionar la necesidad de un entorno accesible y tener una sociedad con un mínimo conocimiento en accesibilidad y diversidad.
Ahora pongamos el foco en esas costrumbres y hábitos culturales y en cómo afectan a la hora de crear accesibilidad. Si en Reino Unido o Australia conducen por la izquierda, ¿cambia esto sus preferencias y hábitos de aparcamiento? Tener esto en cuenta, ¿puede mejorar la eficiencia a la hora de organizar las plazas reservadas para personas con movilidad reducida?
Un buen ejemplo son las diferencias entre países en el uso del pavimento podotáctil. Por ejemplo, en Colombia la tendencia es crear grandes superficies de encaminamiento que acompañan al viandante durante todo el trayecto. Sin embargo, en España el pavimento podotáctil se coloca en puntos estratégicos para avisar de un peligro, un cambio de dirección o una alteración en el camino; también en espacios muy abiertos para dirigir hacia un punto clave, como una recepción. Esto ocurre porque en España las personas con deficiencias visuales suelen utilizar la propia fachada para guiarse y no precisan del pavimento podotáctil todo el camino.
Es un caso controvertido, porque el relieve de este tipo de pavimento entorpece la movilidad de personas en sillas de ruedas. No podemos decir que la imposibilite, pero sí que requiere un esfuerzo bastante superior a un pavimento liso. Con lo cual, mejora la accesibilidad para unos pero la empeora para otros. Para evitar estas contradicciones, solo hace falta encontrar un equilibrio y aplicar las medidas con conocimiento, buscando soluciones para todo el mundo.
Esto nos lleva a reflexionar sobre las diferencias culturales: ¿que hábitos de orientación y movilidad tienen las personas ciegas en Colombia? ¿Sería factible plantear la orientación a través de la línea de fachada? ¿Hay valores añadidos de la práctica colombiana que en España no estamos teniendo en cuenta? Como el debate de si obligar a estas personas a usar la fachada es menos democrático o respetuoso.
En mi opinión, seguramente no tenga sentido plantear una legislación global de accesibilidad; ni aplicar o «copiar» legislaciones de un país a otro. Se necesita de la cultura de la accesibilidad para resolver desde la eficiencia, entendiendo cómo funcionan las personas y todas las diferencias que las atraviesan.
Claro que somos individuos de la misma especie, que comparten parámetros antropométricos y funcionalidades. Lo que nos ofrece puntos de partida, una lista de mínimos, para crear medidas de accesibilidad y buenas prácticas. Desde aquí, tienen mucho valor las normas de calidad, tipo ISO, y otros foros o documentos internacionales que nos permiten compartir conocimiento y buenas prácticas.
A su vez, al compartir conocimiento y prácticas, la accesibilidad permeará en las sociedades llevando esos valores de cooperación y respetos de los que hablábamos y convirtiéndose en un valor cultural más. Trabajar en y desde la cultura de la accesibilidad parece lo natural y nos ofrece un paradigma valioso para cambiar el mundo poco a poco.