Accesibilidad orgánica: nuevos frentes de diversidad humana

Una chica se suena la nariz en medio de un campo de flores

Llega otro septiembre y el inicio del nuevo curso «escolar». Tanto para peques como mayores es momento de comienzos, de retomar lo pendiente, de nuevos planes y puede que de nuevos rumbos. Este septiembre soy de las afortunadas. Me dispongo frente al escritorio con la cabeza amueblada, con energías renovadas y sintiéndome un poquito más yo desde la última vez que ocupé este lugar, antes de perderme entre bosques y permitir que el viento recoloque lo torcido.

Este verano tuve la oportunidad de caminar y caminar por el Camino de Santiago, por lo que doy las gracias en un año convulso y lleno de incertidumbres. Tanto tiempo conmigo misma dan para unas cuantas reflexiones. Hoy quiero compartir una pequeña anécdota que ha puesto sobre la mesa un tema al que llevo tiempo dándole vueltas: la accesibilidad orgánica.

Recientemente he descubierto que tengo Déficit DAO. Este síndrome implica que mi cuerpo no elimina la histamina correctamente. Lo que provoca cansancio generalizado, digestiones pesadas y dolorosas, propensión a dolores del cabeza, episodios de ahogo y dificultades para respirar, ataques de tos… y un largo ecetera que se materializa en cada persona de forma distinta. Es una alivio saber por fin la causa de un malestar que me lleva persiguiendo años; o más que la causa, el alivio es conocer su remedio: cambios en la dieta y en hábitos de vida. Esto implica que ahora debo convivir con una lista considerable de restricciones alimentarias.

Estaba justo en proceso de adaptación a esta nueva situación, aprendiendo a comer y  buscando la manera de adaptar esto a mí y mis circunstancias, cuando llegamos a una pequeña aldea en medio de los Picos de Europa que debía cobijarnos antes de dejar León y entrar en Asturias al día siguiente. Como es normal en pequeñas poblaciones, solo había una posada que hacía las veces de alojamiento y restaurante sin carta, donde servían un menú diario. Como viajeros experimentados, mi compañero y yo llamamos el día de antes para preguntar. La respuesta fue que no tenían posibilidad de adaptar el menú.

No tengo reproches para el establecimiento. Es un modelo de negocio con una clientela específica y reducida que precisa ajustar todo lo posible el estock de materias pecederas. Pero la única solución que encontré fue llevar nuestra propia comida. Tenía que ser comida precocinada, que no requiriera refrigeración o pudiera aguantar un día en la mochila. Lo que no era fácil teniendo en cuenta que debo evitar conservantes y productos industriales. Al final compramos un bote de garbanzos cocidos con verduras, lo colamos y limpiamos en el baño de la habitación y lo comimos sentados en el suelo, en forma de ensalada fría con aceite y sal, gracias a una cazuela de latón y dos cucharas que transportamos durante todo el camino. Quien conozca estas caminatas con mochila sabe que cada gramo cuenta, tener que cargar con un bote de cristal, sus 500 gramos de verduras y varios enseres de camping da mucha pereza. No debería quejarme, pues al fin y al cabo había una solución y no me quedé sin hacer el camino por algo tan nimio.

Todo esto me hizo recordar a una compi de biblioteca que tuve hace tiempo. Esta mujer convivía con un síndrome de hipersensibilidad química que le hacía muy vulnerable a todos los agentes químicos del ambiente (olores, polución, productos de limpieza…). Le podían producir dolores de cabeza, vómitos, mareos y malestar general. De descanso en descanso me contó las dificultades que tenía para comprar en muchas tiendas, por los perfumes distribuidos por el sistema de ventilación. Incluso, para caminar por calles comerciales, por la potencia y saturación de estos perfumes que llegan a sentirse fuera de la tienda. O como a veces tenía que dejar pasar varios taxis por el tipo de ambietador que usaban. La elección de biblioteca también estaba condicionada por esta situación, me habló de una en concreto que debía evitar por los fuertes productos químicos que usan en la limpieza.

Estas situaciones son a las que nos referimos cuando hablamos de accesibilidad orgánica. Tal y como explica COCEMFE, la discapacidad física y orgánica no son exactamente lo mismo. Podemos definir la segunda como «aquella producida por la pérdida de funcionalidad de algunos sistemas corporales, que suelen relacionarse con los órganos internos o procesos fisiológicos». La discapacidad orgánica suele resultar invisible, se asocia a enfermedades como fibrosis quística, trasplante de riñón, enfermedad de Crohn, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, síndrome de hipersensibilidad química, diabetes, entre otras.

Hablamos de personas para las cuales llevar una chocolatina en el bolso puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, que no pueden dar un paseo por una avenida sin bancos o que necesitan un aseo cada dos o tres horas. ¿Qué hacen cuando no lo encuentran, qué solución hay para ellas? Seguramente no se arriesguen a ir a ningún lugar sin asegurar que disponen de baño y la mayoría de espacios que frecuentan estén cerca de su vivienda.

Las personas con esta condición ven limitadas sus oportunidades de participación e inclusión social de una manera no siempre pareja a las barreras que encuentras las personas con movilidad reducida o discapacidad física. Tiene sentido que describamos el concepto de accesibilidad orgánica y revisemos la normativa y exigencias de accesibilidad desde esta óptica. En mi opinión, habría que mejorar la normativa en tornos a los siguientes puntos:

1. Necesidad de descanso y dificultad para mantener actividad prolongada: disponer de bancos cada 50 o 100 metros en vías públicas. Incluso la exigencia para determinados servicios de disponer de sala de espera o sillones. Configurar la ciudad pensando en el peatón, con numerosas zonas de descanso y esparcimiento.

2. Necesidades fisiológicas básicas: disponer de aseos accesibles públicos ampliamente distribuidos por la ciudad, igualmente de numerosas fuentes con agua potable gratuita. Incluso, sería muy positivo la instalación de lugares de vending abiertos las 24 horas en las zonas de mayor concurrencia nocturna.

3. Calidad y salud medioambiental: cumplir con los ODS relativos al cuidado del medioambiente, evitar en todo lo posible la polución urbana. Atención y regulación de alérgenos. Buscar un sistema de recogida de residuos los más eficiente posible y a ser posible soterrado. Espacios cerrados bien ventilados, intentando evitar la presencia de perfumes u olores fuertes.  Uso de productos de limpieza ecológicos y naturales.

La accesibilidad, este gran reto de conseguir que todos nuestros entornos respeten y acojan la diversidad humana, es una materia tan transversal como impactante. Cada día descubrimos nuevos ámbitos en los que intervenir. Y con ello nos damos cuanta de que cuanto más accesible es nuestro mundo, más amigable y respetuoso resulta para toda la humanidad.

Comparte
Ir al contenido